sábado, 15 de diciembre de 2007

Arribar al puerto

Las ideas que alternativamente damos en el blog sobre nuestra posición acerca de como se debe encarar un plan de desarrollo, apuntan al fomento de la educación y la cultura como base para encontrar una identidad común, que nos lleve a obrar de acuerdo a un sentimiento del conjunto.Dentro de este contexto se deben crear espacios físicos donde sea posible el desarrollo de las artes y se destaque nuestro pasado. Puerto Ruiz es el lugar ideal por su entorno natural, la estructura del puerto viejo y su historia.

Hace algunos meses cuando fui de paseo por última vez, no pude evitar soñar un puerto transformado en un gran centro cultural. Adonde en uno de los galpones hubiera un auditorio enorme, en el cual se desarrollasen charlas semales sobre temas de diversa índole, conciertos de música, obras de teatro y se reprodujerán documentales o películas cercanas al arte de la imagen y sonido, cercanas al sentimiento del vivir cotidiano, ajenas a la introducción de ideas estereotipadas de la vida. En la antesala del auditorío encontrariamos una exposición de fotos temporales, sacadas por jovenes, imagenes de la ajetreada actividad del centro y carteleras con la actividad a realizar.

El segundo galpón sería, primero, un museo sobre el puerto en sí: adonde se mostrasen fotos del pasado de oro, que le dió la posibilidad a nuestra ciudad de consolidar bases de una ciudad (en el fondo) grande; adonde se contasen las historias de las mujeres y hombres que hicieron posible su existencia y su permanencia en el tiempo; adonde aprendamos como era que funcionaba el puerto y porque al puerto le debemos gran parte de lo que somos. En este museo se proyectarían documentales en pantalas colocadas en las puertas de las salas, que recreen esa historia y las paredes y las luces estarían colocadas de tal forma de resaltar los más mínimos detalles de nuestro rico patrimonio, de una parte importante nuestra.

Las paredes, las vigas de hierro, el empedrado, las vías y las grúas, simularían haber sido trasladas de esa otra época, a nuestros días, impregnándonos cada vez más del secreto del pasado, dulcificando nuestros sentidos, en el marco de un sentimiento de extraña alegría por el continuo descubrimiento de montones de cosas valiosas, hasta ese momento ignoradas e inválidas de reproche y rencor por desconocimiento.

En el tercer galpón habría un gran mercado; mercado de frutos, de pescados de nuestro río y de artesanías. Un lugar adonde las remeras con dibujos impresos sobre Gualeguay y los carnavales, destinas a la función de ostentar km de viaje vacíos, ni se animen a aparecer, aullentadas por la esencia original del lugar, por ese olor a Puerto Ruiz y al río de Juanele penetrante. En ese gran mercado, los pescadores le ofrecerían a los visitantes probar de los pescados del Gualeguay y los visitantes fascinados por el sabor y la labor de estos amables hombres, le charlaran de su vida en tan hermoso lugar y soñaran por un segundo sus vidas, levantándose al alba para tirar el riel desde una canoa, observar el río, el sol y el horizonte verde inalcanzable.
Junto a ese galpón, y sobre el río, habría bares y comedores, que permitan a los visitantes seguir soñando.

Puerto Ruiz estaría conectado a Gualeguay por un simpático trencito, como en los viejos tiempos de La Solís.

Si las ruinas nos invitan a imaginar una realidad lejana, un puerto ambientado a su época, resaltando su entorno natural, con actividad constante y con capacidad para desarrollar distintas ramas del arte, nos invitaría a soñar realidades más profundas, en un viaje instrocpectivo, que además se convierta en un interesante atractivo para nuestros visitantes.

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