Es sorprendente, en la dificil realidad que nos toca vivir, el dato de la recaudación del casino de la ciudad en los días de cobro. Gente con sueldos que apenas alcanzan a cubrir las necesidades mínimas, concurre a jugarse todo, a dejar lo poco que tiene. Me cuesta creer cuando me lo cuentan y a la vez me preocupa.
De ninguna manera estoy de acuerdo con la denominación de "lugares de entretenimiento o juego", refiriendose a juego como una forma de divertirse y pasarla bien, para este tipo de negocio. Más bien son lugares, donde la gente pone en juego sus marchitas esperanzas y le brinda al azar, el control de su destino.
En una sociedad tremendamente desigual, injusta y prejuiciosa, lugares de juego de azar se presentan como el posible fin a un presente tortuoso, como la mano tendida a un futuro distinto. Son la posible salvación a una situación degradante, la forma de torcer un destino no deseado y al mismo tiempo no elegido. No elegido por ser privada las herramientas de prepararse y formarse, para aspirar a algo más.
Sin igualdad de oportunidades, que permitan que cualquier persona con trabajo, esfuerzo y dedicación llegue hasta donde desee (sin que esto se refiera exclusivamente al dinero), es lógico que se recurra a formas desesperadas como el juego de azar.
Permitiendo negocios como este y no haciendo nada por crear trabajo, alcanzar un buen nivel académico de las escuelas y brindar salud digna, fomentamos la mantención de una estructura social de privelegios y desigualdades.
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