miércoles, 20 de agosto de 2008

Marioneta

Me encuentro una vez más atormentada por la tortura de alimentarme de sueños. Mi vida, girando en torno a tu utópica imagen que solo estrechó mis ojos aquella vez, se va consumiendo en el mar de mi imaginación y mis lágrimas. Este temor a confesar la verdad de a poco va alejandose de mi con recelos, desprendiendose de la vergüenza que reservo para mi. Y tu voz se repite una y otra vez en mi mente, ese lugar, el único en que puedo, o quiero, ser realmente yo. Y entre ficticios encuentros formo tu personalidad a mi gusto, basada en esas palabras, hermosas palabras, que no me sueles regalar.
El insomnio se ha apoderado de mi y me desbarata a cada instante. Bajo análisis, todo resulta tan superfluo que solo puedo reír. Pero los sentimientos nada tienen que ver con las racionalidades, esas que tienden a atar el alma y destruir ambiciones.
Hay tanto silencio en este rincón del alma, aguardando tu voz. Tu voz… renace, vuela, me lleva, me estremece… Si, lo acepto. Soy una marioneta de tu melodía, como tantas, como tantos. No resuelvo, no intento. Ya no hablo si no es de ti. Ya no me levanto, ya no quiero sufrir.
Muero hoy, desconsolada de un ayer. Las escasas palabras que puedo pronunciar en tu presencia, nada reflejan. Estas palabras que aquí se plasman, son quien soy y quien quiero ser, muy a pesar del sol.
Desvelada entre tu tiempo, descubro las alas de tu sentir, remotamente mágicas, subiendo, saliendo, muriendo, cual si fueran este eterno hoy. Revivo el repique de tus manos en la realidad, y tu caricia áspera solo consigue transmitirme más energías para continuar esta empresa de despedidas imaginarias, producto de mi otro yo, mi verdadero yo, éste que te escribe.
Te sueño y te pienso noches enteras. Solo necesito un poco de paz, o un poco de desorden que me enseñe a vivir de verdades. Un caudal que alimente mi imaginación, me libere. Libérame. Suéñame.
Solo quiero que sepas mi nombre…

martes, 12 de agosto de 2008

Efímera eternidad

Todavía sonaban las cuerdas. Cuando los acordes se apagan, me voy, dijiste. Y yo ingenuamente, no te creí. Pensaba que siempre estarías ahí, que ese momento sería eterno. Hablábamos de diversas cosas, de diversos sueños, y me sentía repleta de cosas por expresar. Reías, y yo me enamoraba de tu voz, nuevamente. Sonreías al hablar, en tu dulce melodía, y yo caía en tu juego. Pero, ¿cómo escapar?. No puedo alejarme del calor que irradia tu presencia, no puedo desprenderme de esta sensación que me abruma, cual si fuera la primera vez que te escucho.
Creía que sería eterno, y así lo sentía. Pero sin embargo, dijiste algo breve sobre las secuelas del cariño, y desapareciste. Esa melodía se había apagado.

Hasta la próxima, susurré dentro mío.